El siguiente artículo es una copia del realizado como tarea en el curso "Tutores para la formación en red" del
INTEF, donde en la actualidad tengo la fortuna de estar tutorizando uno de los grupos del curso "REA para la Educación Infantil y Primaria".
¡Gracias a tod@s l@s compañer@s participantes!
Hola a tod@s:
El siguiente vídeo, aunque se
refiere al software libre y sus características frente a otras opciones,
puede ser muy útil para reflexionar sobre la importancia de los
recursos abiertos en general.
Quizás, parafraseando y ampliándolo, podríamos llegar a decir que los recursos
abiertos se parecen mucho a esa exquisita tarta que la abuela cocina y
cuya receta comparte tanto con sus allegados como con desconocidos, y
además animando a todos ellos a modificarla y mejorarla.
La metáfora de los ingredientes de la tarta es muy
ilustrativa. Lo resume muy bien. No sólo no se esconden los ingredientes
y el proceso, sino que además se facilita su difusión a todos.
La verdad es que han pasado ya unos cuantos años de aquellos primeros
tiempos en los que, para la mayoría de los mortales, sólo había dos
formas de conseguir programas informáticos de consumo: comprarlos o “piratearlos”. Casi cualquier cosa que tenía alta calidad había que pagarla. Y eran productos de los que no podíamos conocer sus ingredientes. Y cuidado con atreverse a desvelarlos y modificarlos. Puro secreto.
Luego, explosionaron las revistas e internet que ofrecían también
programas freeware, shareware e incluso algún que otro programa
comercial con licencia y todo; claro que la mayoría de estos últimos
eran versiones antiguas que servían de gancho para animar a comprar la
versión profesional.
La mayoría, no éramos muy conscientes de que paralelamente a este línea estaba surgiendo otra forma de entender la creación de conocimiento.
Los recursos libres y los programas basados en fuentes abiertas
empezaron a llegar a las manos del usuario final. Al principio de una
forma tímida, pero con el paso del tiempo se han convertido en una rica realidad de calidad
que llama a nuestras puertas y nos recuerda que el conocimiento está
ahí, al alcance de todos. Un conocimiento que se puede compartir y
modificar sin tener que pagar patentes, sin consultar a una asesoría
sobre derechos de propiedad y que ha acabado con cualquier razón para
seguir con prácticas de pirateo.
De pronto, lo único que nos piden, es un enlace de reconocimiento al autor. O que simplemente
no lo comercialicemos. Que si lo compartimos, que lo hagamos con esas
mismas condiciones (o no, según lo que desee el autor). Pero con todo a
la vista. El código y los secretos más íntimos de ese contenido, incluso
con orientaciones para mejorarlo o cómo crear redes de usuarios para
compartirlo.
Y ni siquiera tenemos que escribir un correo a su autor pidiendo
permiso para utilizarlo. Junto al recurso o contenido compartido, el
autor nos adjunta una licencia para que no tengamos que perder ni un
solo minuto y podamos aprovecharlo, compartirlo y, si es nuestro gusto,
modificarlo inmediatamente.
La educación debe intentar sacar el máximo provecho de estos tipos de recursos y contenidos. Y de hecho, lo está haciendo.
De pronto, ya no es “mi presentación”, sino la presentación que hago,
comparto con todos y cedo para que hagan lo que deseen con ella.
Recuerdo tiempos en los que muchos profesores guardaban sus apuntes como tesoros en su carpeta y no los compartían con nadie. ¿Cuánto conocimiento y posibilidades de mejora de nuestro entorno se habrán perdido por este tipo de prácticas?
De entre los muchas fuentes que pueden reflejar este proceso, voy a
elegir una serie de enlaces relacionados con experiencias personales:
Y la pregunta que al final podríamos plantear es...
¿Cuál creemos que puede ser el futuro de las recursos abiertos en el mundo de la educación?